jueves, 7 de julio de 2016

Mercados deprededadores

Estos días el mercado del baloncesto es un no parar de movimientos; ventas, traspasos, rumores, dinero... Tanto en Europa como en el (aún más rico gracias al nuevo contrato televisivo) mercado NBA. Los equipos que están en la parte más alta de la cadena alimenticia llevan la iniciativa y a los demás les toca esperar y rezar para no ser  parte del almuerzo de uno de los depredadores habituales.

Pero este año, oh sorpresa, oh bendita y benévola providencia, no son nuestros enemigos naturales; Madrid, Barça o —en menor medida— Málaga, Baskonia y Valencia quienes se están poniendo las botas en el enyesque. De hecho, los equipos futboleros son los principales damnificados del voraz apetito americano y de sus ricos propietarios. Satoransky, Chacho Rodríguez, tal vez Rudy o pronto Llull encabezan el menú.

Cuando los esquilmados son los equipos modestos esto se recibe con normalidad; lógica de mercado, realidad indiscutible, incluso como algo positivo para el baloncesto. Un buen jugador no lo es de verdad hasta que no juega en un grande (uno de los dos, claro). Pero cuando los verdaderos  "peces gordos" del basket se llevan a las estrellas allende los mares estos mismos contemporizadores claman al cielo, el apocalipsis se acerca y es el fin del juego del balón naranja, nos roban nuestra materia prima. Nuestra liga es en realidad la liga de ellos. Los demás comparsas necesarias, únicamente eso.

Por eso, yo, cuando la NBA se lleva a las estrellas de los grandes, me alegro. Por romanticismo de bandolero, por justicia poética, por rencor de pobre. Sí, pero también porque por desgracia la única forma de igualar la ACB es debilitando a los de arriba. Lo natural seria que los pequeños pudieran crecer, pero el sistema que nos hemos otorgado ya se encargó de que eso fuera cuasi imposible. Es lo que hay, es lo que somos.

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